por HORACIO TARCUS
Clarín - 22 de noviembre de 1998
La profesión del incordio
Clarín - 22 de noviembre de 1998
La profesión del incordio
Hijo de una familia migrante, el gran historiador inglés no sólo estudió la insurgencia popular en el siglo XIX. Compuso también un fresco de nuestra época con notable detalle, comprometido con el marxismo.
La cálida acogida prodigada a Eric Hobsbawm en Buenos Aires, la enorme concurrencia que se agolpó para escucharlo, dio pie esta semana a múltiples interpretaciones. ¿Fenómeno mediático, cholulismo vulgar, fascinación de la ciudad-puerto por las luces europeas? En verdad, el fenómeno es más profundo, como lo muestra el hecho de que su visita fue acompañada de un mini-boom de venta de sus libros.Por otra parte, el diálogo de la cultura argentina con Hobsbawm se remonta a más de treinta años, cuando José Aricó tradujo en 1964, para la revista Pasado y Presente, uno de sus artículos programáticos, "Notas para el estudio de las clases subalternas". Los libros del historiador británico no tardaron en trascender los círculos intelectuales de izquierda, para instalarse progresivamente en los ámbitos de la enseñanza universitaria, de la política y, últimamente, de la enseñanza media. Lo asombroso no es la expectativa de los lectores, sino el hecho de que ninguna institución pública se haya ocupado hasta hoy de invitar a Hobsbawm, quien esta vez llegó al país, a los 81 años, por iniciativa de instituciones privadas. Esta notable recepción, por otra parte, no es más que el merecido fruto recogido por un hombre que durante décadas trabajó para trascender los marcos académicos y construir canales de comunicación con un público más vasto. Hobsbawm supo encontrar el punto donde la belleza de la narración histórica se articula con la capacidad para el planteamiento de problemas, donde la escrupulosidad del estudioso se combina con las preocupaciones del político, donde la indagación del pasado aparece animada por las cuestiones del presente, donde la especificidad de lo particular es recuperada desde una perspectiva universal, donde la historia se entronca con la memoria colectiva. Ahora bien, estas habilidades del historiador tienen tras de sí su propia historia. ¿Quién es Hobsbawm, cómo se forjó su estilo? Eric John Ernest Hobsbawm nació en el verano de 1917 en Alejandría, Egipto. Su madre era austríaca y su padre inglés, hijo de un ruso emigrado a Londres. Poco después de nacer, la familia se traslada a Viena (1919) y más tarde a Berlín (1931), donde vivieron hasta que Hitler llegó al poder. Después se establecieron en Inglaterra. Hobsbawm recuerda esos años, cuando en "las elecciones generales alemanas de 1930, en que los nazis ganaron 107 escaños. Sabíamos lo que esto significaba. Poco después nos trasladamos a Berlín, donde estuve hasta 1933. Aquéllos fueron los años de la depresión. Karl Marx ha dicho en algún sitio que la historia se repite primero como tragedia y después como farsa; pero hay un género más siniestro de repetición: primero tragedia, después desesperación".Estudió historia en el Kings College de Cambridge y, dice, ya se consideraba marxista en la escuela. Allí se rodeó de un núcleo de estudiantes marxistas, de quienes, confiesa, aprendió más que de la mayoría de sus profesores. Durante la guerra prestó servicio en el área de educación, volviendo después a Cambridge para obtener su licenciatura. En 1947 fue nombrado ayudante de historia en Birkbeck College, de la Universidad de Londres; titular en 1959, y catedrático de Economía e Historia Social en 1970. Se jubiló en 1982, pero continúa enseñando como profesor visitante en la New School de Nueva York. En otro testimonio autobiográfico se presenta como un sobreviviente de la "cultura de la clase media judía de la Europa central" y relata cómo la experiencia de la guerra y la revolución rusa lo llevaron al comunismo: "¿Qué credo podían abrazar los jóvenes intelectuales judíos en tales circunstancias? No el liberal, en ninguna de sus formas, puesto que el mundo del liberalismo (incluyendo la socialdemocracia) era precisamente el que había fracasado. Como judíos no podíamos, por definición, dar nuestro apoyo a los partidos basados en la confesionalidad o en un nacionalismo que excluyera a los judíos y en ambos casos en el antisemitismo. Nos volvimos comunistas (...) No había prácticamente otra opción. No tomábamos partido contra la sociedad burguesa y el capitalismo, puesto que parecían estar con toda evidencia en los estertores de su muerte. No hacíamos más que optar por un futuro, en lugar de resignarnos a no tener ningún futuro, y eso significaba la revolución".Hobsbawm militó toda su vida en el PC británico. Entre 1946 y 1956 fue uno de los animadores del mítico Grupo de Historiadores del PCGB, que reunió a las que iban a ser las figuras descollantes de la historiografía británica (E.P. Thompson, Maurice Dobb, Christopher Hill, Rodney Hilton, Georges Rudé, etc.). El grupo se diluye tras la invasión soviética a Hungría, cuando parte de los historiadores rompe con el prosoviético PCGB. Hobsbawm permanece en el partido, aunque su lealtad política no le impidió desarrollar un marxismo creativo, extraer conclusiones críticas sobre el futuro de la clase obrera (ya desde los años 70), e incluso sobre el futuro del mundo. Su Historia del siglo XX, por ejemplo, es una obra desencantada, animada por una lucidez pesimista. En suma, en el estilo de Hobsbawm convergieron diversas vertientes: la cultura judía de la Mitteleuropa, una formación académica inglesa de primer nivel, la visión internacionalista y emancipatoria del marxismo, un compromiso político con las clases subalternas (que lo llevó a hacer historia "desde abajo"). De ahí su interés universalista y su curiosidad historiográfica en torno de los más diversos temas (el campesinado, las clases trabajadoras y sus antecesores: los "rebeldes primitivos", la dinámica del capitalismo, la historia mundial, las tradiciones y los nacionalismos, etc.). De ahí, también, su definición del historiador como un "incordiador" profesional, como aquel que viene a recordarles a sus contemporáneos lo que no quieren recordar. Y de ahí también su satisfacción por sentirse heredero y continuador de una antigua tradición de "historia radical", que según sus propias palabras, ha tomado partido "del lado del pueblo contra los ricos y poderosos, en oposición a los gobiernos y grupos dominantes, a favor de la razón y contra la superstición, crítica de la reacción".
La cálida acogida prodigada a Eric Hobsbawm en Buenos Aires, la enorme concurrencia que se agolpó para escucharlo, dio pie esta semana a múltiples interpretaciones. ¿Fenómeno mediático, cholulismo vulgar, fascinación de la ciudad-puerto por las luces europeas? En verdad, el fenómeno es más profundo, como lo muestra el hecho de que su visita fue acompañada de un mini-boom de venta de sus libros.Por otra parte, el diálogo de la cultura argentina con Hobsbawm se remonta a más de treinta años, cuando José Aricó tradujo en 1964, para la revista Pasado y Presente, uno de sus artículos programáticos, "Notas para el estudio de las clases subalternas". Los libros del historiador británico no tardaron en trascender los círculos intelectuales de izquierda, para instalarse progresivamente en los ámbitos de la enseñanza universitaria, de la política y, últimamente, de la enseñanza media. Lo asombroso no es la expectativa de los lectores, sino el hecho de que ninguna institución pública se haya ocupado hasta hoy de invitar a Hobsbawm, quien esta vez llegó al país, a los 81 años, por iniciativa de instituciones privadas. Esta notable recepción, por otra parte, no es más que el merecido fruto recogido por un hombre que durante décadas trabajó para trascender los marcos académicos y construir canales de comunicación con un público más vasto. Hobsbawm supo encontrar el punto donde la belleza de la narración histórica se articula con la capacidad para el planteamiento de problemas, donde la escrupulosidad del estudioso se combina con las preocupaciones del político, donde la indagación del pasado aparece animada por las cuestiones del presente, donde la especificidad de lo particular es recuperada desde una perspectiva universal, donde la historia se entronca con la memoria colectiva. Ahora bien, estas habilidades del historiador tienen tras de sí su propia historia. ¿Quién es Hobsbawm, cómo se forjó su estilo? Eric John Ernest Hobsbawm nació en el verano de 1917 en Alejandría, Egipto. Su madre era austríaca y su padre inglés, hijo de un ruso emigrado a Londres. Poco después de nacer, la familia se traslada a Viena (1919) y más tarde a Berlín (1931), donde vivieron hasta que Hitler llegó al poder. Después se establecieron en Inglaterra. Hobsbawm recuerda esos años, cuando en "las elecciones generales alemanas de 1930, en que los nazis ganaron 107 escaños. Sabíamos lo que esto significaba. Poco después nos trasladamos a Berlín, donde estuve hasta 1933. Aquéllos fueron los años de la depresión. Karl Marx ha dicho en algún sitio que la historia se repite primero como tragedia y después como farsa; pero hay un género más siniestro de repetición: primero tragedia, después desesperación".Estudió historia en el Kings College de Cambridge y, dice, ya se consideraba marxista en la escuela. Allí se rodeó de un núcleo de estudiantes marxistas, de quienes, confiesa, aprendió más que de la mayoría de sus profesores. Durante la guerra prestó servicio en el área de educación, volviendo después a Cambridge para obtener su licenciatura. En 1947 fue nombrado ayudante de historia en Birkbeck College, de la Universidad de Londres; titular en 1959, y catedrático de Economía e Historia Social en 1970. Se jubiló en 1982, pero continúa enseñando como profesor visitante en la New School de Nueva York. En otro testimonio autobiográfico se presenta como un sobreviviente de la "cultura de la clase media judía de la Europa central" y relata cómo la experiencia de la guerra y la revolución rusa lo llevaron al comunismo: "¿Qué credo podían abrazar los jóvenes intelectuales judíos en tales circunstancias? No el liberal, en ninguna de sus formas, puesto que el mundo del liberalismo (incluyendo la socialdemocracia) era precisamente el que había fracasado. Como judíos no podíamos, por definición, dar nuestro apoyo a los partidos basados en la confesionalidad o en un nacionalismo que excluyera a los judíos y en ambos casos en el antisemitismo. Nos volvimos comunistas (...) No había prácticamente otra opción. No tomábamos partido contra la sociedad burguesa y el capitalismo, puesto que parecían estar con toda evidencia en los estertores de su muerte. No hacíamos más que optar por un futuro, en lugar de resignarnos a no tener ningún futuro, y eso significaba la revolución".Hobsbawm militó toda su vida en el PC británico. Entre 1946 y 1956 fue uno de los animadores del mítico Grupo de Historiadores del PCGB, que reunió a las que iban a ser las figuras descollantes de la historiografía británica (E.P. Thompson, Maurice Dobb, Christopher Hill, Rodney Hilton, Georges Rudé, etc.). El grupo se diluye tras la invasión soviética a Hungría, cuando parte de los historiadores rompe con el prosoviético PCGB. Hobsbawm permanece en el partido, aunque su lealtad política no le impidió desarrollar un marxismo creativo, extraer conclusiones críticas sobre el futuro de la clase obrera (ya desde los años 70), e incluso sobre el futuro del mundo. Su Historia del siglo XX, por ejemplo, es una obra desencantada, animada por una lucidez pesimista. En suma, en el estilo de Hobsbawm convergieron diversas vertientes: la cultura judía de la Mitteleuropa, una formación académica inglesa de primer nivel, la visión internacionalista y emancipatoria del marxismo, un compromiso político con las clases subalternas (que lo llevó a hacer historia "desde abajo"). De ahí su interés universalista y su curiosidad historiográfica en torno de los más diversos temas (el campesinado, las clases trabajadoras y sus antecesores: los "rebeldes primitivos", la dinámica del capitalismo, la historia mundial, las tradiciones y los nacionalismos, etc.). De ahí, también, su definición del historiador como un "incordiador" profesional, como aquel que viene a recordarles a sus contemporáneos lo que no quieren recordar. Y de ahí también su satisfacción por sentirse heredero y continuador de una antigua tradición de "historia radical", que según sus propias palabras, ha tomado partido "del lado del pueblo contra los ricos y poderosos, en oposición a los gobiernos y grupos dominantes, a favor de la razón y contra la superstición, crítica de la reacción".
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